Para Melva Colorado Gallego, la mamá y líder natural de todo este proceso; Natalia Bastidas, la hija mayor, de 35 años; Andrea, de 34; y Vanessa, de 28 años; cada cuerda es un color, un tono, una voz diferente y un único sonido que resuena en la gestión cultural de Musicales Bastidas, la herencia del gran padre y maestro Tobías Bastidas.
Juntas, con mucho amor al arte y al territorio, han liderado desde el Quindío y por más de dos décadas, la cita más importante de la música infantil andina colombiana: el Festival Nacional Cuyabrito de Oro, un evento que busca fortalecer entre los niños el sentido de pertenencia de la región andina mediante espacios que posibiliten la integración familiar y la formación pedagógica.
Las niñas aprendieron en el interior de su hogar, la restauración y la fabricación de instrumentos musicales, el amor por el tiple y la magia de los viajes para participar en eventos culturales. Participaron además de muchas clases de música en las que aprendieron a cantar con alegría las canciones que todavía les hacen vibrar el corazón.
Pronto, esa semilla creció y fue el motor de una labor con la que se han dedicado a la promoción musical, con una pasión profunda y un arraigo que honra no solo las raíces de su familia, sino de toda una región.
Para ellas, cada evento es una oportunidad de reavivar los recuerdos que pasan de generación en generación, desde las épocas en las que no había equipos de sonido en las casas y en las que en las vacaciones aprendían a regar la semilla de la música, que para ellas es sinónimo de libertad.
Todas entendieron que con fuerza femenina y trabajo en equipo, con amor por el patrimonio y la cultura, podían sacar adelante un evento que ha trascendido las fronteras locales, y que año tras año cultiva en las nuevas generaciones la identidad y la fuerza que contienen los instrumentos.
Todas las rutinas de estas mujeres de la música tienen que ver con su Cuyabrito de Oro, un evento de renombre nacional en el que ha trabajado toda la familia, incluyendo al padre, el maestro Tobías, y al hermano, Daniel. La fe y la confianza que le imprimen a casa uno de sus actos y procesos, los vinculan exitosamente con un sello local que tiene impacto en la música andina colombiana.
Bajo el acompañamiento cariñoso de la madre silenciosa y prudente, pero la gran estratega de cada uno de los detalles del evento, se convirtieron en exponentes de esta técnica familiar que también les ha dado brillo en el país. Aprendieron que solo con gestión cultural los sueños individuales se pueden volver colectivos.
Las mujeres de la Familia Bastidas, las promotoras del Cuyabrito de Oro, de la música andina colombiana, las luthiers, amigas y coequiperas de vida, son dignas representantes de nuestra tierra e identidad, porque para ellas, las notas de las guitarras y la música van directo al corazón y a la semilla que siembran con la gestión cultural de su fundación.