La danza, lenguaje del alma

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La escritora austriaca Vicki Daum escribió en una oportunidad, que hay atajos para la felicidad, y el baile es uno de ellos. 

Eso lo ha comprendido muy bien la docente y bailarina Olga Lucía Celis, una mujer que por cerca de 30 años de trayectoria ha fusionado su arte con múltiples roles para que en su gestión cultural se articulen el arte y la investigación, con el mundo artístico.

Para ella, como para muchos artistas, el llamado llegó muy temprano. 

Desde cuando era pequeña y se volaba de su colegio de niñas para bailar en la institución educativa de hombres y tener más opciones en ritmos y formación. 

Desde sus primeras defensas para que los demás comprendieran mejor que ser bailarina podía ser tan rentable como ser ingeniera y artista.

Entonces participó en grupos juveniles y se formó primero como matemática e ingeniera, y por su disciplina y capacidad de soñar se ganó una beca en la Universidad de Antioquia para ser licenciada en danzas.

Aprovechó la tranquilidad y a la vez la rigurosidad que le daba la academia, para seguir entendiendo y explicar a los demás que la danza no es un modo de contemplación, sino una de las formas más perfectas de comunicación que permite la formación de ciudadanos, la entrega con pasión, la entrega, el empeño y la dedicación.

Especialmente con su grupo Escuela Corpodanza en Calarcá, y en su labor como docente de la institución educativa Román María Valencia, ha logrado aplicar lo aprendido en la maestría y doctorado en Educación, demostrando siempre cómo a partir de la danza se construye para la vida, se aprende, se hace gestión, se transforman las realidades. Después de ser intérprete y bailarina, convertida en docente, gestora y promotora de grandes causas y reconocimientos, para Olga la danza es y será la metáfora preferida que le habla a su cuerpo y corazón. 

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