La viajera incansable

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Desde que nació, las señales del mundo se acercaron a ella para mostrarle que podía ser una narradora sin fronteras. Martha Elena Hoyos es una mujer que puede habitar cualquier lugar del mundo, siendo la misma, brillando y aprendiendo al lado de otras mujeres, sin sentir nostalgia, porque conoce también los destinos que enseñan la tolerancia y la aventura.

De niña todas las mujeres de su entorno eran poetas con las manos: su mamá y sus tías le cantaban; su abuela le recitaba;  su casa estaba llena de detalles de colores; los recuerdos de las vacaciones eran en la floristería familiar, y todo resultaba siendo una apuesta por el sonido y el encuentro a partir de un latido común.

En su vocación resonaban los escenarios, el arte gráfico, la publicidad, el dibujo, pero también el toque del tambor con mujeres, el compromiso de cantar para hacer un camino de hermandad.

Y lo ha logrado. En sus procesos como artista y como gestora ha estado el regreso a sus raíces, al espíritu lúdico que le otorgaron como regalo divino sus ancestros: un bisabuelo coplero, una bisabuela tejedora de sombreros de iraca, una abuela que recitaba sonetos; y el gran abuelo Miguel, un tiplista que en las vacaciones de niña le enseñó los primeros acordes, sobre todo el zurrungueo del bambuco y el pasillo.

A los cuatro años Martha Elena ya cantaba Pueblito viejo, a beneficio de obras sociales; a los siete empezó a tocar la guitarra; en la adolescencia se enamoró del repertorio de Mercedes Sosa; a los 21 años concursó en el Festival del Mono Núñez; a los 23 fue Directora de Cultura, Artesanía y Turismo del Quindío, y a los 25 Directora Nacional de Funmúsica y del Festival Mono Núñez, organización a la que estuvo vinculada por décadas.

Es una mujer decidida y directa, sensible y cercana a la comunidad, que no para en la intención de viajar por América haciendo investigación cultural de las raíces folclóricas, de ese llamado a conocer el hilo de los cantos y a escudriñar las expresiones ancestrales de un territorio profundo, en un trabajo etnográfico que a la vez la inspira y le permite escuchar las voces que la habitan.

En tres décadas de vitalidad y de aportes sociales y culturales como gestora, siente que ha hecho importantes entregas a la quindianidad, para resistir y proponer caminos alternativos que se fundamenten también en la institucionalidad.

Para ella ha sido un viaje, una experiencia transformadora que le ha permitido tejer relaciones humanas, discos, canciones patrimoniales unidas al ejercicio de la imaginación, la gestión cultural y los proyectos, como el de Agenda Mujer Colombia, y el de Mayra, la caricatura y personaje femenino que nació en 1995, con citas para alimentar el alma. En la mente de Martha Elena no hay espacio para el olvido. Su intuición, percepción y sabiduría son tan veloces como un rayo, y tan emotivas como su intención de aportar al sello de Colombia y América Latina, con una gestión que ha inspirado y movilizado grandes públicos, a través de la cultura, como necesidad apremiante de la vida.

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