El viaje de la mariposa
Maria Camila

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La mujer que nunca antes había tenido las manos más ocupadas, ni el corazón tan lleno de amor, como cuando tuvo a su pequeño hijo; la enamorada del baile como lenguaje oculto del alma y la joven prudente que recupera sus días y la brújula que guíe su nuevo camino. Proyecto de la Fundación Arte-Cultura.

En una de sus muñecas, María Camila Villamil Jiménez tapó con una mariposa de colores, un tatuaje viejo que quizá no le gustaba, porque le hablaba de una vida que ha ido dejando atrás. 

Ahora, al ver la forma de ese tatuaje de mariposa, recuerda que es el insecto del alma, el que algunas culturas representaron con una boca de fuego, como queriendo dibujar el aliento vital que se escapa, el mismo que guarda estrecha relación con su vida, en la que ha sido oruga y bello insecto transformado.

Le gustan mucho los animales, aunque no los toca, pero entre los insectos prefiere las mariposas, porque le hablan de la posibilidad que tenemos de renacer, de trascender las limitaciones, resucitar siendo ligeros en medio de la adversidad, y porque representan evolución y transformación.

Le agradan, porque son como ella. Una mujer que a pesar de su prudencia y silencios, de llevar horas de encierro y ausencias, de lágrimas y frustraciones, decidió creer en la alegría, en la belleza, en la energía del amor y la libertad.

Por eso, cuando gana confianza y sonríe, María Camila despliega unas alas capaces de atraer compañía y energías de nuevos anhelos de felicidad. Unas alas capaces de abrazar a distancia a su pequeño hijo Gean Poll, su fuerza vital, el niño que también ama a los animales, en especial los gatos.

No lo ve desde hace un año, pero cultiva todos los días el gran deseo de hornearle una torta, acompañarlo al parque y escuchar de nuevo la historia de que la gata que Camila dejó en casa, en el momento de su condena, nunca debió llamarse Carla, porque realmente era un gato y ahora se llama Carlo.  A Gean Poll le gusta contarle una y otra vez la historia, porque es un chico detallista, creativo y hablador.

Su rostro cambia y se ilumina cuando habla de su hijito. A sus 22 años sigue siendo esa niña que descubre el mundo, que abre sus ojos y sus grandes labios para expresar lo que opina, y a veces, la mujer que se aísla de repente de ese patio ruidoso en el que se pavonea con su short blanco, sus labios color fucsia y el pelo largo y negro, que a veces se deja trenzar. 

Cuando se aísla, debe pensar en la velocidad con la que ha transcurrido todo. En el momento en que quedó en embarazo a los 13 años; o cuando decidió terminar con una pareja maltratadora que nunca descifró el poder de su belleza; en el tiempo en el que erradamente decidió vivir su mundo, sin moldes, y se expuso a los riesgos que la llevaron a su condena; o quizá en los momentos en los que dejó a su pequeño hijo para asumir la vida loca que nombra aún con arrepentimiento.

Es selectiva también en esos recuerdos. Claro que habla, con algo de dolor, de las noches que vivió en cambuches; de los excesos de la droga; de los días en que le habló a Omar, su actual pareja sobre nuevas posibilidades de vida conjunta, a pesar de que también vive el encierro; de algunos secretos dolorosos de su pasado,  aunque prefiere el futuro, imaginar una y otra vez las mariposas bailarinas, de color azul. 

El baile sigue siendo su forma de transformación, el lenguaje de comunicación de su alma, la fuerza que la cobija tras los barrotes y con la que vibra desde niña, en el recuerdo de sus 5 hermanos y sus padres Maribel y John Jairo, a quienes añora con el alma.

Le gusta esa sensación de que la miren con afecto, valoren sus movimientos, destaquen su energía emocional y por supuesto, aplaudan sus verdaderos talentos.

Cuando salga, a eso se quiere dedicar. Sabe que debe haber alguna forma de expresión que le permita vivir y soñar con un nuevo horizonte, en el que lo que lo único que tenga que “transportar”, sea disfrutar el lujo de ser ella misma a través del baile.

Afuera, va a hacerse un nuevo tatuaje de mariposas y flores. Grande, como sus anhelos. Una figura que, al mirarla, le permita pensar en la esencia, en la raíz, en toda la potencia de su imaginación y de su intuición, en el vuelo de la mariposa, que aunque no se toca, se admira por su voluntad, firmeza y sensibilidad. 

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